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BIOGRAFÍA, SEMBLANZA E HISTORIA MILITANTE. |
¿Conociste a Horton, Raúl?, si lo conociste y quieres compartir tus recuerdos o cualquier otra información sobre ella, o si conoces las circunstancias de su asesinato o desaparición, por favor escribinos a ejrodmartin@yahoo.com.ar
Horton, Raúl
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MEMORIA MILITANTE
Raúl Alberto Horton era operario de Acindar, trabajaba como cañista en el Tren Laminador Nº 2, turno A. Era delegado de los obreros de mantenimiento. Según Zenón Sánchez, compañero de trabajo, Raúl fue un mártir de Villa Constitución, un compañero modesto, humilde y muy valiente, accesible a cualquier compañero. Pero detrás de esa gran humildad había una valentía y coraje increíbles.
Durante un prolongado tiempo, a Raúl la actividad política le resultó indiferente. En la década del ‘70, a instancias de Roberto Cané, un militante de la Juventud Peronista local, comenzó a militar, constituyendo junto con Cristina Monterrubianesi, Tito Rusconi, Roberto Nemesio González, Juan Carlos Alvarez, Miguel Ángel Febre, Carlos Mancuso, Oscar Córdoba, José Luis Tizzi y Alberto Muñoz el núcleo local de esa agrupación.
Durante el largo proceso de normalización de la seccional local de la UOM se enfrentaron dos listas: por un lado, la Marrón, compuesta por militantes de izquierda, radicales, peronistas e independientes y, por el otro, la lista Rosa, integrada mayoritariamente por peronistas.
A pesar de que la JP pertenecía a la estructura partidaria del peronismo y de que la lista Rosa empapeló la zona con carteles que decían: “Vote a la lista Rosa, vote a Perón”, en Villa Constitución apoyó a la lista Marrón. Los integrantes de la JP local indican que se encolumnaron tras la lista Marrón por varias razones. Por un lado, porque ideológicamente la JP era más afín con la lista Marrón que con la Rosa y porque la lista Marrón encarnaba los ideales de las luchas sindicales de ese momento. Después de un largo análisis, la JP local concluyó que absorbidos por el movimiento gestado en torno a la lista Marrón y sin una inserción importante en las bases, debían apoyar con toda su estructura aquello que el pueblo y la clase trabajadora anhelaba, evitando adoptar medidas que los aislaran del campo popular o que los apartaran del camino que les estaba señalando la gente: que a pesar de que el grueso de los obreros de Villa Constitución era peronista y que en las elecciones del año anterior habían votado por Perón, en las elecciones para la normalización de la seccional votarían en masa a la lista Marrón porque representaba y defendía en forma inclaudicable los genuinos intereses de la clase trabajadora. Por esta razón, los miembros de la JP no consideraron este apoyo como una desobediencia partidaria, como una ruptura de la verticalidad y, mucho menos, una traición. Más que nada era una cuestión de coherencia política. Por otro lado, porque vinculaban el nacimiento de la lista Rosa a la necesidad de obstruir la marcha del proceso de normalización y a que se trataba de una lista impuesta, no consensuada. Los integrantes de la JP no fueron convocados a participar ni a compartir como peronistas la conformación de la lista, a pesar que algunos de ellos eran trabajadores metalúrgicos. Por el contrario, eran subestimados, descalificados, no los escuchaban, los consideraban equivocados, personas que habían perdido el rumbo, que estaban desorientadas; en fin, una juventud desperdiciada y perdida. Por último, porque los integrantes de la lista Rosa estaban vinculados a la ortodoxia partidaria y respondían a la burocracia sindical y la JP priorizaba el apoyo a quienes luchaban contra la burocracia antes que la verticalidad de la obediencia partidaria.
En el marco de violencia e intolerancia de la época -en particular dentro del propio seno del partido justicialista- y de la derechización del gobierno de Juan Domingo Perón, el apoyo de la JP local a la lista Marrón generó conflictos y enfrentamientos con los sectores más ortodoxos y autoritarios del peronismo. Según un comunicado de prensa de la Jefatura de policía firmado por el comisario Inspector Luis Agustín Orsatti, el 27 de abril de l974, Antonio Raúl Ranure -argentino, de 27 años, domiciliado en calles 1 y 6 de barrio San Lorenzo y quien se movilizaba en compañía de otros individuos cuya identidad no se estableció- obligó a Roberto Nemesio González, Juan Carlos Alvarez, Raúl Alberto Horton, Miguel Ángel Febre y a dos menores de 17 años mediante amenazas y encañonándolos con una pistola a ascender al automóvil en que viajaba para conducirlos detenidos a la unidad Regional VI de Villa Constitución.
Ese día, un grupo de militantes de la JP salieron desde su local a realizar una pegatina de carteles invitando al acto del día del trabajador que se efectuaría en la Plaza de Mayo. Roberto Cané y Cristina Monterrubianesi fueron detenidos en la esquina de Córdoba y General López. Un ford falcon estacionó frente a ellos, bajó Ranure portando un arma, los obligó a subir al vehículo en que se movilizaba y los condujo detenidos a la policía. Ante estas detenciones, Carlos Mancuso salió junto con Roberto Nemesio González y Juan Carlos Álvarez a culminar la tarea inconclusa. Pero fue poco lo que pudieron hacer. En la esquina de Rivadavia y Córdoba, tan solo a 50 metros del local, los interceptaron varios autos, entre otros, un falcon y un fiat 1100. En el comunicado, el comisario Orsatti agregaba que Ranure en varias oportunidades se identificó como policía pero que esa Jefatura no había autorizado ni autorizaría a quienes pretendían ampararse en la institución policial para cometer desmanes o daños reñidos con la normal convivencia ciudadana.
A mediados de septiembre de l974 se convocó en Tucumán a un Congreso en donde quedó constituida la Coordinara Nacional de los Gremios en Conflicto, integrándola los principales gremios y comisiones internas que habían mantenido recientemente importantes conflictos en todo el país. Este plenario era el corolario del que se había realizado el 20 de abril en Villa Constitución. Para asegurar la participación de los militantes villenses, la JP, por medio de Raúl Horton y Carlos María Araya, brindó a la lista Marrón una colaboración logística: les proporcionó a los trabajadores de Villa Constitución que asistieron al plenario los medios para poder movilizarse hasta Tucumán. En la reunión constitutiva de la coordinadora representaron a la comisión interna de Acindar Alberto Piccinini, Raúl Horton y Pascual De Rico.
Hacia mediados de 1974, en Argentina se vivía un clima de violencia y anunciaba que lejos de detenerse se incrementaría notoriamente. Después de hostigar a los gremios combativos de Córdoba y Buenos Aires, la represión apuntó hacia Villa Constitución, último baluarte de los gremios clasistas y combativos, ubicada en una zona estratégica por donde circulaba, en aquel entonces, un importante porcentaje de la producción industrial del país. En noviembre de l974, la lista Marrón ganó ampliamente las elecciones para normalizar la seccional local. Pero tan solo poco más de tres meses después, por medio de un comunicado de prensa el poder ejecutivo nacional denunció haber descubierto “un complot subversivo de características inusuales en la Argentina puesto en marcha por una deleznable minoría antinacional. El escenario abarcaba toda la zona industrial del río Paraná, entre Rosario y San Nicolás y cuyo epicentro se encontraba en Villa Constitución. Según la documentación secuestrada, los objetivos del complot eran paralizar la producción industrial que fuera vital para la existencia del país, en particular, inmovilizar las industrias pesadas, copar y usurpar las delegaciones gremiales para instalar direcciones ilegítimas y obligar a los obreros ubicados en puestos claves a no concurrir a sus tareas”.
En la noche del 19 de marzo, los principales activistas vinculados con la lista Marrón se reunieron en la sede del sindicato para delinear los pasos a seguir frente a la presunta intervención. Dos fueron las posturas discutidas hasta las primeras horas de la madrugada: una, subestimaba los informes acerca de la represión que se cernía sobre la ciudad, ridiculizaba las medidas de seguridad que proponían, restaba credibilidad a las noticias afirmando que eran producto de la charlatanería y de la imaginación de una izquierda que veía conspiraciones en todas partes. Sostenía también que la actividad que estaban desarrollando era absolutamente legal y, por lo tanto, no tenían nada que temer y que, como en ocasiones anteriores, el operativo se limitaría a allanar unas pocas viviendas y a detener a algún activista que prontamente recuperaría la libertad. La segunda, sostenía que debían desprenderse de los libros, revistas, panfletos y de todo aquello que pudiera comprometerlos. Además, debían adoptarse mínimas medidas de seguridad y de protección como no dormir esa noche en sus viviendas. Sin arribar a un acuerdo, las discusiones se extendieron hasta después de la medianoche. El cansancio ayudó a que la mayoría pospusiera la decisión para el día siguiente, pero apenas pudieron conciliar el sueño.
Alrededor de las 4 de la mañana del 20 de marzo de 1975, la ciudad de Villa Constitución fue copada por un vasto operativo de fuerzas combinadas de seguridad. Participaron un millar de efectivos de la Policía Federal, 1300 de la policía de Santa Fe y un número menor de efectivos pertenecientes a la Prefectura Naval Marítima y de la policía de la provincia de Buenos Aires, a los que se sumó la guardia Rural “Los Pumas”, Gendarmería e integrantes del Ministerio de Bienestar Social. En los periódicos estimaban que en total actuaron alrededor de 4 mil efectivos y que se habrían realizado más de 60 procedimientos con un saldo de aproximadamente 300 personas detenidas.
Solo unos pocos activistas eludieron el cerco que tendieron las fuerzas represivas, entre ellos Raúl, Zenón y Luis Segovia, único miembro titular de la comisión directiva que conservaba la libertad. No pudieron capturar a Raúl, como escarmiento, las fuerzas represivas llevaron detenido a su padre. Estaba enfermo, lo alojaron en un carro de asalto junto con otros diez detenidos, el calor era asfixiante. Sofocado, los compañeros lo ubicaron frente a la única ventanita que contaba el vehículo. Desde afuera, su esposa imprecaba a gritos a las fuerzas represivas.
Para enfrentar a la represión, se constituyó un Comité de Lucha. Dos representantes de cada fábrica constituyeron la dirección y Luis Segovia fue designado presidente. Gañan y Calderón representaban a los obreros de Marathon, Paulón y Galarza a los Villber, Kalauz y Juárez a los de Metcon y no hay precisión con respecto a los nombres de los obreros de Acindar que habrían ocupado esos cargos: Sánchez, Horton, Carballo, Palacios o Heredia. No tenían planes, la primera actividad desarrollada fue la autodefensa e inmediatamente se abocaron a las tareas de abastecimiento para garantizar la perdurabilidad de la resistencia de los trabajadores. Luego, se organizaron comités barriales que se encargaron de la distribución de los alimentos provenientes de la ayuda solidaria de Villa Constitución, así como de los trabajadores y militantes de partidos políticos de todo el país. Los campesinos de la zona circundante a Villa Constitución, los comerciantes y el pueblo en general colaboraron voluntariamente con los obreros en huelga. No obstante, también se solicitaba una colaboración personal a través de la compra de bonos contribución para el mantenimiento de las familias de los detenidos, la compra de revistas, entregas de víveres y de pequeñas sumas de dinero. Algunos denunciaron la prepotencia con que Raúl solicitaba la contribución y que, en los periodos de desabastecimiento, llegó a amenazar a los almaceneros especuladores. Esta parecería ser la impronta de la personalidad de Raúl, frontal, sincero, expresaba lo que pensaba sin ningún tipo de embozo, no se callaba nada, decidido, resuelto, no encubría su actividad. Era tan frontal en su hacer y decir que cualquiera podía verlo actuar, panfletear, pegar carteles, desenvolverse, conversar con la gente. Esto lo habría llevado, por un lado, a estar demasiado expuesto -a pesar que no ignoraba los riesgos que ello implicaba- y, por el otro, a tener muchos conflictos, incluso en el seno de su familia.
El 25 de abril, a las 2,30 hs colocaron un artefacto explosivo en el domicilio -en ese momento deshabitado- de Raúl Horton, causándole serios daños materiales a la casa. Previamente la habían allanado, sustrayéndole algunas pertenencias de valor. A partir de ahí ya no pudieron volver a su vivienda. Por cuestiones de seguridad, Raúl fue enviado a Rosario. En esta ciudad vivió, junto con su esposa María Cristina Luchessi y su pequeño hijo Cristian, en una casa muy alejada del centro. Después, Raúl y Cristina se separaron, Raúl formó una nueva pareja con Claudia Omar y estaba esperando un hijo.
El 27 de junio de l976, Raúl se calzó unos mocasines marrones y se vistió con un vaquero de corderoy marrón y una campera negra, sin pensar quizás que no era la más adecuada para los sucesos que le esperaban. Poco antes de las 9 de la mañana, la camioneta en que viajaba con cinco o más compañeros habría llamado la atención de los vecinos, quienes alertaron al comando Radioeléctrico. Raúl llevaba consigo una pistola calibre 45, dos cargadores y documentos apócrifos a nombre de Julio Jorge Guelman. Dos vehículos policiales trataron de interceptarlos, les dieron la voz de alto y, lejos de acatar la orden, abrieron fuego. Comenzó una fuga desesperada y una persecución implacable. Al llegar al 3500 de la calle Italia, acorralados, sus compañeros abandonaron el vehículo y Raúl se dispuso a cubrirles la retirada. Primero, se introdujo en una panadería y luego buscó refugio en una finca abandonada, la número 3526 de la citada arteria, guarneciéndose en el interior de una cabina de supergas. El otro compañero, que hasta ese momento aún permanecía en la camioneta, abandonó el lugar, logrando escaparse. El cabo de la policía Raúl Cárdenas salió, junto con el agente Norberto Lemos, en persecución de Raúl. El diario La Razón indica que “uno de los fugitivos, en lugar de seguir la carrera, quedó en acecho junto al muro y cuando pasaron Cárdenas y Lemos, prácticamente por encima de él, les hizo fuego por la espalda. El cabo cayó malherido, pero desde el suelo siguió haciendo fuego, en tanto que Lemos, al darse vuelta, recibió un disparo en la boca. Otro agente recibió un impacto de bala en el tórax”. La policía rodeó la manzana con el apoyo de fuerzas militares y reanudó el enfrentamiento hasta que Raúl fue acribillado a balazos. Para quien vivió y bregó por los pobres el destino quiso que muriera junto a ellos: el área del enfrentamiento estaba ocupado por un barrio de emergencia. Raúl luchó heroicamente hasta el final, el gas y la superioridad numérica no le dieron ninguna oportunidad.
Escrita por el Prof. Ernesto Jorge Rodríguez en base a Rodríguez, Ernesto. “Ellas están volando. Historia de vida, pasión y muerte de una pareja de militantes de la izquierda peronista en el marco del Villazo” en Rodríguez, Ernesto y Videla, Oscar (Comp.). El Villazo. La experiencia de una ciudad y su movimiento obrero. Tomo I, Villa Constitución, Revista de Historia Regional-Libros, 1999.